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jueves, 8 de noviembre de 2018

EL EXTERIOR DE LOS TEMPLOS II


CERCADOS PARROQUIALES


Los "cercados parroquiales" son una creación artística propia de la región francesa de Bretaña.


El apogeo de la construcción de estos recintos se sitúa entre el siglo XVI y XVII. A menudo calificado de arte del pueblo o de arte parroquial, dado que se mantuvo alejado del de los grandes centros urbanos, es un arte profundamente arraigado en la cultura local pero también en gran medida abierto a las influencias exteriores como lo estuvieron los bretones de la época.
En el sur de la región de Léon y en Cornualles (Finisterre) es donde se encuentran los monumentos más destacables.


La edad de oro de los recintos parroquiales coincidió con un importante desarrollo del comercio marítimo internacional bretón, época en la que los barcos de comercio bretón frecuentaron los puertos del mundo entero.


La navegación a vela utilizaba mucho el lino y el cáñamo (para vela, telas, ropa o cuerdas), y las regiones que cultivaban, tejían y comercializaban el lino conocieron por tanto un extraordinario periodo de riqueza, lo que permitió la construcción de numerosos recintos parroquiales en las zonas de cultivo y de comercio del lino.


Cada pueblo rivalizaba con su vecino para tener el recinto parroquial más bello. Este fue el caso de los pueblos de Guimiliau y de Lampaul-Guimiliau, que distan tan sólo 3 kilómetros, como explica Florian El Roy


l recinto parroquial es un conjunto arquitectural religioso cerrado por un muro típico de la Bretaña Baja, donde se encuentran todavía 70 ejemplos intactos. Algunos recintos se encuentran igualmente en la Bretaña Alta como en Saint-Suliac (Ille y Vilaine) que data del siglo XIII o en Saint-Jean-du-Doigt en la Mancha. Los más célebres se encuentran en Finisterre: Saint-Thégonnec, Guimiliau, Lampaul-Guimiliau, Plougonven, Plougastel-Daoulas, Pleyben. Se pueden encontrar también en las vertientes del valle del Elorn entre Landivisiau y Landerneau.6​

Un recinto parroquial es en sentido estricto una iglesia rodeada de un espacio circundante (placître en francés) consagrado o no como cementerio, delimitado por un muro. El recinto tiene que reunir al menos cinco de los ocho elementos siguientes:

la iglesia
 el osario
 la capilla-relicario
 el crucero
 el muro del recinto
 la puerta triunfal
 el cementerio en el placître
 la fuente.




CEMENTERIOS



La parte del átrio que está delante de la puerta principal del templo, que solia servir para cementerio.





Las prácticas funerarias evolucionan con el tiempo y la sociedad. Por ello, muchas que en su día fueron generalizadas han caído en desuso en la actualidad, aunque todavía se puedan rastrear sus huellas en la arquitectura de los cementerios y las iglesias. Una de estas prácticas que ha evolucionado es la de enterrar a los curas párrocos a las puertas de la iglesia que atendieron.


El arcipreste de Ribadumia, y responsable de media docena de parroquias repartidas por el interior de O Salnés, José Luis Muñiz afirma que esta práctica fue muy común en el pasado "porque era una manera de indicar que la meta del cura era servir al pueblo, por eso era enterrado en un lugar por el que pasaban todos los feligreses". Muñiz sostiene que ya hace tiempo que los sacerdotes no reciben sepultura en tierra, a las puertas del templo, pero que aún así quedan iglesias en las que puede rastrearse esta antigua práctica.


Algunas de ellas serían las de San Tomé y San Vicente de Nogueira, en Meis, donde se aprecian unas lápidas junto a la puerta; o Simes y Lores (Meaño). En esta última parroquia se conservó la lápida tras el empedrado del atrio.


En otros casos, en cambio, el sacerdote recibía sepultura en tumbas que se salían de lo habitual, como en el caso de Sisán (Ribadumia), donde un cura perteneciente a la familia Triñanes Fariña fue enterrado en un sarcófago posado sobre la tierra.




José Luis Muñiz cuenta que los cementerios tal y como se conocen en la actualidad, basados en las estructuras verticales de nichos y panteones son relativamente recientes. Según el sacerdote, los enterramientos en el suelo, alrededor de la iglesia, fueron habituales hasta el primer tercio del siglo XX.


En la mayoría de los casos, la caja con el muerto era depositada en un hueco que se hacía en la tierra y sobre la cual se ponía una lápida, pero las familias más pudientes incluso disponían de nichos subterráneos -un pozo más fondo, encofrado, sobre el que se disponían sucesivamente los fallecidos-, como los que hicieron los condes de Barrantes o unos que existen en San Breixo de Barro. En algunos casos, la estructura remataba en una pequeña capilla.


Pero estas prácticas cambiaron, según Muñiz, entre las décadas de los 20 y los 40, cuando empezaron a popularizarse los nichos en vertical sobre tierra. Era necesario dejar libre la zona del atrio -y en la situación anterior era inevitable pisar las tumbas, incluso durante las verbenas, que solían celebrarse delante de la iglesia- y se optó por la nueva tendencia. De todos modos, quedan restos del pasado en O Salnés. Algunos ejemplos son el espectacular camposanto cambadés de Santa Mariña, o el de San Martiño de Meis, donde se conservan unos panteones tipo mausoleo del siglo XIX.




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